Castigo de los dioses
Ligados a los mitos del origen aparecen los relativos a la destrucción por el agua. Las culturas pre-hispánicas de los Andes al Atlántico registran en sus cosmogonías una destrucción del mundo por inundaciones.
El relato mítico de la destrucción tiene como base la secuencia: pérdida de la armonía / desobediencia / castigo / perdón. El primero alude al desequilibrio espiritual que provoca una falta o desobediencia de los hombres. El diluvio o inundación representaría la reacción divina a la misma y el perdón se concreta en la nueva oportunidad de poblar la tierra. Para las culturas andinas el mundo fue creado y vuelto a crear cuatro veces.
El recuerdo del castigo activa una serie de hábitos comunitarios que, en el ámbito ritual comprende – según el grupo -la ofrenda de frutos de la tierra, sacrificios de animales, fiestas danzantes, ceremonias de pronosticación del ciclo agrario o de las lluvias. Al nivel de intervención supone que algunas aguas están vedadas y no se pueden tocar; que hay que adelantar o postergar la siembra; que hay que cuidar el agua. Despertar el enojo de los dioses es un precio demasiado alto para quienes forman parte de una cultura tan ostensiblemente dependiente de los ritmos de la naturaleza.
En íntima relación con la noción de castigo aparece la de lo prohibido. Hay algunas regiones de América en las que el agua subterránea es considerada parte del mundo de la oscuridad, el infra mundo y como tal, no es apta para las actividades ‘solares’ o de producción y recreación. Estas aguas, simplemente están vedadas. Esta creencia (milenaria) es razón suficiente para que las perforaciones del suelo para extraer agua sean resistidas por algunas culturas. Así, lo que desde una óptica occidental sería considerado razonable, apto y viable, para otras visiones, es simplemente inconcebible. Los aborígenes tobas, pilagás y wichís del Chaco Sudamericano, prohíben a la mujer menstruante tener contacto con cualquier fuente de agua. Esta norma rige aún hoy a pesar de que el agua se conserva en aljibes o bidones. El peligro de contaminación de la sangre era evitado con la promesa de castigos enormes, como por ejemplo la desaparición súbita de la transgresora y su familia o comunidad, en las profundidades de la tierra.
En definitiva el mito refuerza la clara conciencia sobre las consecuencias de degradar o no proteger las fuentes. El castigo es real, se lo adjudiquemos mediante el mito, a los dioses o mediante la ciencia a la pérdida de calidad del agua. ¿A qué le tendremos más miedo, cuando la vida está en juego?
Fuente: UNESCO, 2006. La Cultura del Agua. Lecciones de la América Indígena. Ramón Vargas (autor). Serie Agua y Cultura del PHI-LAC, N° 1. (Texto tomado de las páginas 151 y 152).