¿Qué es Cultura del Agua?

El conjunto de modos y medios utilizados para la satisfacción de necesidades fundamentales relacionadas con el agua y con todo lo que dependa de ella. Incluye lo que se hace con el agua, en el agua y por el agua para ayudar a resolver la satisfacción de algunas de estas necesidades fundamentales. Se manifiesta en la lengua, en las creencias (cosmovisión, conocimientos), en los valores; en las normas y formas organizativas; en las prácticas tecnológicas y en la elaboración de objetos materiales; en las creaciones simbólicas (artísticas y no artísticas); en las relaciones de los hombres entre sí y de éstos con la naturaleza y en la forma de resolver los conflictos generados por el agua. La cultura del agua es por lo tanto, un aspecto específico de la cultura de un colectivo que comparte, entre otras cosas, una serie de creencias, de valores y de prácticas respecto de ella.

Entre los especialistas el abanico de posibilidades es, a simple vista, muy amplio. Hay quienes como Taylor sostienen que "la cultura o la civilización es un todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad".

Para Hollander "una cultura es un modo de vida, en tanto que una sociedad está compuesta por personas que viven de acuerdo con sus directrices". Para Rocher cultura se identificaría con las formas de hacer, sentir y pensar.

La expresión latina "colere" tenía el sentido de cultivar, preparar la tierra para su cultivo. Luego se fue asociando al "cultivo del alma o espíritu", y finalmente llega a adquirir la forma de refinamiento y esfuerzos dedicados a las artes y el espíritu. Esta noción de cultura asociada al cultivo del espíritu es quizás la de más larga data pero ha sido tachada de incompleta por la mayoría de los estudiosos contemporáneos que destacan como definitorio del concepto de cultura la propensión de ésta para reproducir o transformar pautas sociales.

En el fondo, el debate sobrevuela la delicada puja entre creatividad y regulación normativa, ambas características reclamadas por distintos teóricos como lo propio de la cultura.

Una tercera línea, la de Bauman por ejemplo, asume que la cultura es ambivalente y que dichas tendencias - a conservar y a transformar - no se pueden separar. En palabras del autor: "Ambas ideas [creatividad y regulación normativa] no se pueden separar, sino que están presentes en la idea compuesta de cultura, y así deben permanecer. La cultura se refiere tanto a la invención como a la preservación, a la discontinuidad como a la continuidad, a la novedad como a la tradición, a la ruptura de modelos, al seguimiento de las normas como a su superación, a lo único como a lo corriente, al cambio como a lo predecible".

En el mismo sentido, Edgar Morin (1991) propone que la cultura refuerza lo dado, al tiempo que se regenera permanentemente con los aportes de los individuos:

"La cultura, que es lo propio de la sociedad humana, está organizada/es organizadora, mediante el vehículo cognitivo que es el lenguaje, a partir del capital cognitivo colectivo de los conocimientos adquiridos, de los saber/hacer aprendidos, de las experiencias vividas, de la memoria histórica, de las creencias míticas de una sociedad. De este modo, se manifiestan en ‘representaciones colectivas’, ‘conciencia colectiva’, ‘imaginario colectivo’. Y, al disponer de su capital cognitivo, la cultura instituye las reglas/normas que organizan la sociedad y gobiernan los comportamientos individuales. Las reglas/normas culturales generan procesos sociales y regeneran globalmente la complejidad social adquirida por esta misma cultura. De este modo, la cultura no es ni ‘superestructura’ ni ‘infraestructura’, siendo impropios estos términos en una organización recursiva en la que lo que es producido y generado se convierte en productor y generador de aquello que lo produce o lo genera.

Cultura y sociedad mantienen una relación generadora mutua y en esta relación no olvidemos las interacciones entre individuos que son, ellos mismos, portadores/transmisores de cultura; estas interacciones regeneran a la sociedad, la cual regenera a la cultura".

Estas especificaciones de Morin - que nos ayudan en la comprensión del concepto de cultura - consolidan el marco de referencia desde el cual pretendemos formular nuestra propuesta de cultura del agua. Un encuadre que reconoce que las posibilidades y los límites para generar cambios dependen de una praxis sustentada en un ‘hacer humano’ diferente.

"Una cultura abre y cierra las potencialidades bioantropológicas de conocimiento. Las abre y actualiza al proporcionar a los individuos un saber acumulado, su lenguaje, sus paradigmas, su lógica, sus esquemas, sus métodos de aprendizaje, de investigación, de verificación, etc., pero al mismo tiempo las cierra y las inhibe con sus normas, reglas, prohibiciones, tabúes, su etnocentrismo, su autosacralización, la ignorancia de su ignorancia. También aquí, lo que abre el conocimiento es lo que cierra el conocimiento". (Morin,1991)

El concepto al que adherimos para nuestro texto comparte los aportes de algunas de las definiciones reseñadas. Así, ‘cultura’ será empleada para aludir al patrimonio común de un pueblo, estable en algunos tiempos y lugares y, a la vez, permanentemente dinámico.

Condiciona la vida particular, pero en la medida que cada uno aporta o puede aportar a partir de su esencial libertad, la cultura es condicionada por los miembros de la comunidad. Esto es esencial: la cultura es organizadora de hábitos, pautas, habilidades de los individuos pero es al mismo tiempo, organizada y reorganizada por los individuos. Entendemos por cultura, entonces, a los modos de ser (pensar - sentir – valorar- decir) de hacer, de vivir, de los pueblos, incluidos los modos de satisfacer sus necesidades, es decir, la peculiar manera de generar estrategias de vida.

Llamamos ‘cultura del agua’ al conjunto de modos y medios utilizados para la satisfacción de necesidades fundamentales relacionadas con el agua y con todo lo que dependa de ella. Incluye lo que se hace con el agua, en el agua y por el agua para ayudar a resolver la satisfacción de algunas de estas necesidades fundamentales. Se manifiesta en la lengua, en las creencias (cosmovisión, conocimientos), en los valores; en las normas y formas organizativas; en las prácticas tecnológicas y en la elaboración de objetos materiales; en las creaciones simbólicas (artísticas y no artísticas); en las relaciones de los hombres entre sí y de éstos con la naturaleza y en la forma de resolver los conflictos generados por el agua. La cultura del agua es por lo tanto, un aspecto específico de la cultura de un colectivo que comparte, entre otras cosas, una serie de creencias, de valores y de prácticas respecto de ella.

Es importante destacar que la cultura de agua está ligada a un colectivo (grupo étnico o cultura). Con los instrumentos conceptuales existentes es posible identificar el tipo de aporte del grupo y registrar su procedencia. Sabemos que no existe la "pureza cultural", que la cultura está construida también sobre los sincretismos y migraciones de las personas, sus intercambios y adaptaciones. Sin embargo, cada vez más, se están valorando los conocimientos agrícolas, los conocimientos científicos, los conocimientos técnicos, los conocimientos ecológicos, los conocimientos medicinales como productos de singulares sistemas de conocimiento que pertenecen a grupos específicos. En el caso de cultura de agua nuestra propuesta es que en el caso de avanzar en la recopilación de conocimientos y prácticas se haga una mención al grupo que los ha producido.

Fuente: UNESCO, 2006. La Cultura del Agua. Lecciones de la América Indígena. Ramón Vargas (autor). Serie Agua y Cultura del PHI-LAC, N° 1. (Texto tomado de las páginas 36, 37 y 38).

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